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Enrique Ciriani: historia, proyectos y legado del gran arquitecto moderno

Enrique Ciriani, reconocido arquitecto peruano-francés, falleció este 3 de octubre, habiendo desarrollado a lo largo de su vida una arquitectura de la mas alta calidad, caracterizada por la claridad formal, el rigor funcional y la sensibilidad humana. Además, dejo una huella profunda también en la enseñanza que ha inspirado a generaciones de arquitectos en todo el mundo.

Enrique Ciriani. Foto: Fundación Hyatt

Sin duda es el arquitecto peruano en alcanzar mayor reconocimiento. En el inicio de su carrera se hizo de un prestigio principalmente en el ámbito de la vivienda social, pero después también, en el diseño de museos y de edificios gubernamentales. A lo largo de su carrera recibió los premios mas importantes de arquitectura, tanto de Perú, como de Francia, donde es considerado una figura fundamental del movimiento moderno tardío.

Personalmente recuerdo cuando lo escuche por primera vez en una conferencia, cuando yo aún era estudiante de arquitectura, que me llamo la atención, porque a diferencia de otros arquitectos, que suelen hablar de sus proyectos desde el punto de vista de como resolvieron en sus diseños los requerimientos de los clientes, el arquitecto Ciriani  empezó hablando sobre lo que él creía sobre la vida, sobre como había sido su carrera para llegar a tener esos principios y como todo esto aterrizaba y le daba sentido a su arquitectura. Entendiendo todo ese marco inicial, se pasaba a ver sus proyectos, que tomaban otra relevancia, la arquitectura que nos mostraba, que había desarrollado por tantos años, tenía todo un propósito de fondo. Realmente te ampliaba la mirada de que la arquitectura podía ser algo más de lo que uno se había imaginado.

Primeros años y formación en Lima

Nacido en Lima, Perú, en 1936, estudió en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), donde se graduó en 1961. Durante su juventud se sintió atraído por los ideales del Movimiento Moderno, especialmente por la obra de Le Corbusier, influencia que marcaría su visión del espacio, la vivienda social y la función urbana.

Le Corbusier


El Perú de finales de los 50 y comienzos de los 60: modernidad, desigualdad y búsqueda de identidad

Un país entre la tradición y la modernidad

A fines de los años 50, el Perú vivía una transición compleja: seguía siendo una nación profundamente desigual, rural y dependiente, pero con una élite urbana —especialmente en Lima— que comenzaba a mirar hacia el futuro con fe en el progreso, la técnica y la modernidad.

El país crecía económicamente gracias a las exportaciones de materias primas, pero ese crecimiento no se traducía en bienestar para la mayoría. En las ciudades, sobre todo en la capital, se empezaban a sentir las presiones del éxodo rural y la expansión desordenada de los barrios periféricos.

Lima: expansión urbana y cambio social

Durante esos años, Lima experimentó una transformación sin precedentes. Pasó de ser una ciudad relativamente compacta y aristocrática a convertirse en una metrópoli en expansión. La migración masiva desde los Andes hacia la costa creó un nuevo fenómeno urbano: los barrios populares autoconstruidos, conocidos más tarde como “pueblos jóvenes”.

Migración rural en la década del 50. Foto: Municipalidad de Lima

El Estado, las universidades y los arquitectos empezaron a preocuparse por cómo organizar el crecimiento urbano y ofrecer vivienda digna a las clases trabajadoras. Fue precisamente en este contexto donde surgieron jóvenes arquitectos comprometidos con una arquitectura social y moderna, entre ellos Enrique Ciriani.

La arquitectura peruana en busca de un lenguaje moderno

En los años 50 y 60, la arquitectura peruana se encontraba en plena redefinición. Las generaciones anteriores habían estado dominadas por estilos eclécticos o neocoloniales, pero la nueva generación —formada en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y en contacto con las ideas del Movimiento Moderno— buscaba una arquitectura racional, funcional y adaptada al clima y la cultura peruana.

En este ambiente, Ciriani y sus contemporáneos comenzaron a mirar hacia Le Corbusier, Mies van der Rohe y la Bauhaus, pero también hacia las necesidades locales: cómo construir viviendas económicas, cómo aprovechar la luz natural, y cómo reconciliar la tradición con la modernidad.

Contexto político: inestabilidad y reformas pendientes

El país vivía bajo una sucesión de gobiernos inestables. Durante los últimos años de la década de 1950, Manuel Prado Ugarteche presidía un régimen conservador, mientras crecía el descontento social. En 1962 un golpe militar interrumpió las elecciones, y en 1963 asumió el poder Fernando Belaúnde Terry, arquitecto de formación y fundador de Acción Popular, quien impulsó la idea del “Perú como taller”, un concepto de desarrollo basado en la integración territorial y la participación ciudadana.

Fernando Belaunde inaugurando la residencial San Felipe el 2 de julio de 1966 (Foto: Diario El Comercio)

El gobierno de Belaúnde alentó la construcción de carreteras, escuelas y viviendas sociales, y promovió el uso de la arquitectura como herramienta de modernización. Este ambiente reformista coincidió con los años en que Ciriani consolidaba su pensamiento crítico y su vocación social.

Cultura, juventud e influencia internacional

A nivel cultural, Lima empezaba a abrirse al mundo. Llegaban revistas, películas y libros europeos que alimentaban el debate intelectual. Las vanguardias artísticas —la pintura abstracta, el diseño gráfico, el cine y la literatura comprometida— influían también en los arquitectos jóvenes.

En la Facultad de Arquitectura de la UNI, se debatía sobre la función social del arquitecto y la necesidad de adaptar los principios modernos a la realidad peruana. En ese entorno, Ciriani participó en el Taller de Arquitectura (T.A.U.), un colectivo experimental que impulsó proyectos de vivienda social y planificación urbana, comprometido con transformar la ciudad desde una perspectiva ética y técnica.

1963. Ciriani explica el proyecto de la Urbanización Ttio en Cusco a sus colegas del Instituto Nacional de la Vivienda
De izquierda a derecha: un arquitecto por identificar, Alfredo Pérez, Jorge Páez, Nikita Smirnoff, Jacky Crousse y Ciriani. 
Foto: INVI

Este Perú en transformación —marcado por la esperanza de cambio, pero también por la desigualdad estructural— moldeó la visión de Ciriani: una arquitectura moderna, pero sensible al contexto; técnica, pero humana; racional, pero poética.


El Perú moderno y la utopía urbana

Sobre los fenómenos que mencionamos que se vivían en el Perú en las décadas de 1950 y 1960 de urbanización acelerada y migración masiva hacia Lima. La demanda de vivienda se volvió un problema critico, y el Estado asumió un papel protagónico en la creación de conjuntos de vivienda social planificados, influido por los ideales del Movimiento Moderno y por experiencias internacionales como las Unités d’Habitation de Le Corbusier o los neighborhood units anglosajones.

En ese marco surgen tres proyectos paradigmáticos:
  • Unidad Vecinal Mirones (1954–1957)

  • Unidad Vecinal Matute (1952–1955)

  • Residencial San Felipe (1961–1966)

Aunque diseñadas por diferentes equipos, estas obras reflejan la visión colectiva que compartían arquitectos como Enrique Ciriani, Luis Vásquez, José García Bryce, Santiago Augurto, Miguel Rodrigo Mazuré, Fernando Belaúnde Terry, entre otros.

Unidad vecinal Matute. Foto: Archivo de Arquitectura de la Universidad de Piura

Ciriani formó parte de esa generación que entendía la arquitectura como instrumento de reforma social, y estas obras fueron su laboratorio conceptual.

Modernidad adaptada al contexto peruano

Estas unidades vecinales fueron pioneras en trasladar al Perú los principios del urbanismo moderno, pero reinterpretados según el clima, la cultura y las costumbres locales.

a) Planificación integral

Cada conjunto se concibió como una “ciudad dentro de la ciudad”, con vivienda, comercio, escuelas, áreas verdes, centros comunitarios y servicios. Esto introdujo la idea de planificación urbana integrada, frente al crecimiento espontáneo y desordenado.

b) Tipologías habitacionales innovadoras

Se experimentó con nuevos tipos de vivienda colectiva: bloques de distinta altura, patios interiores, ventilación cruzada, terrazas y corredores abiertos.

Estas soluciones no solo respondían a criterios climáticos, sino que también buscaban dignificar la vida cotidiana de los habitantes.

c) Espacio público como valor urbano

En San Felipe, Mirones y Matute, el espacio entre los edificios es tan importante como las viviendas mismas.

Plazas, pasajes peatonales, jardines y equipamientos articulaban la comunidad. Esto era una ruptura con la ciudad tradicional de calles congestionadas y lotes cerrados. El resultado fue una nueva morfología urbana, moderna, ordenada y humana, donde la vivienda colectiva se integraba a un tejido social activo.

La residencial San Felipe. Foto: Fabio Rodríguez Bernuy

Arquitectura como instrumento de ciudadanía

El valor de estas obras trasciende lo arquitectónico. Representaron un proyecto de nación moderna e inclusiva.

a) Democratización del bienestar

Por primera vez, sectores medios y trabajadores accedían a viviendas bien diseñadas, con servicios y áreas verdes.

Se trataba de “vivienda digna como derecho ciudadano”, un principio que Ciriani siempre defendió en su obra y pensamiento.

b) Formación de comunidad

Las unidades vecinales fueron concebidas como espacios de convivencia. Las circulaciones abiertas, los patios y equipamientos colectivos favorecían la interacción social, el sentido de pertenencia y la identidad barrial.

c) Ejemplo de política pública integral

Estos proyectos fueron parte de una política estatal que entendía la arquitectura como herramienta de transformación social, no como producto comercial.

Encarnaban la alianza entre Estado, técnicos y sociedad civil, en contraste con la especulación inmobiliaria posterior.

Enrique Ciriani y el legado del modelo moderno

Como él mismo ha dicho, su carrera se basa en la triple relación tipo–edificio–conjunto, noción que proviene de estas experiencias pioneras de San Felipe, Mirones o Matute, su obra posterior hereda y depura sus principios.

Matute en 1965, foto de Luis Collantes
Matute ahora, se mantiene prácticamente igual, foto del 2013 del blog de Enrique Ciriani

Ciriani prolonga esa tradición con una mirada crítica y contemporánea:
  • Mantiene el ideal de vivienda colectiva como espacio de dignidad.

  • Rechaza la reducción de la arquitectura a mercancía.

  • Defiende la idea de que “querer hacer arquitectura es querer mejorar la vida.”

Vigencia y enseñanza

Hoy, más de medio siglo después, San Felipe, Mirones y Matute siguen siendo referentes de urbanismo sostenible y convivencia social. Frente a la expansión fragmentada de Lima y la privatización del espacio público, estas obras recuerdan que la buena arquitectura puede crear ciudadanía.

Son también un recordatorio de que el Perú tuvo —y puede volver a tener— una visión de ciudad moderna, colectiva y solidaria.

Una foto reciente de la residencial San Felipe tomada por Fabio Rodríguez Bernuy


De Lima a París: la proyección internacional

En 1964, Ciriani se trasladó a Francia, país donde consolidó su carrera profesional y docente. En París, trabajó para la Société Centrale Immobilière de la Caisse des Dépôts (SCIC), desarrollando proyectos de vivienda colectiva y urbanismo. Su enfoque integrador entre arquitectura, paisaje y comunidad lo posicionó como un referente del urbanismo humanista.

Cuando partió a Francia en 1964, llevó consigo no solo la influencia del Movimiento Moderno europeo, sino también la experiencia de un país que buscaba su lugar en la modernidad.


La Francia que encontró Ciriani: modernidad, crítica y transformación urbana

Un país en efervescencia: del optimismo al cuestionamiento

Cuando Enrique Ciriani llegó a Francia en 1964, el país vivía una etapa de profundo dinamismo económico y cultural. Era la Francia de la reconstrucción de posguerra, de los “Treinta Gloriosos” (Les Trente Glorieuses), tres décadas de prosperidad (1945–1975) marcadas por el crecimiento industrial, el urbanismo moderno y la confianza en la tecnología.

La arquitectura jugaba un papel crucial en esa modernización: se construían viviendas sociales masivas, nuevas ciudades periféricas (villes nouvelles) y equipamientos públicos para atender a una sociedad urbana en expansión.

Ciriani en Francia. Foto de Jean Petit

Ciriani llegó justo en ese momento de optimismo racionalista, donde los ideales del Movimiento Moderno —funcionalidad, tipificación, eficiencia— dominaban la práctica arquitectónica.

El auge del urbanismo moderno

Durante la segunda mitad de los años 60, el Estado francés impulsaba ambiciosos programas de vivienda colectiva y planificación territorial. El objetivo era responder a la fuerte demanda habitacional derivada del baby boom y la migración del campo a la ciudad.

Se crearon nuevos polos urbanos alrededor de París y otras ciudades, como Marne-la-Vallée, Cergy-Pontoise o Évry, donde arquitectos y urbanistas experimentaban con nuevas formas de vida colectiva.
Fue precisamente en este contexto donde Ciriani comenzó a trabajar en la Société Centrale Immobilière de la Caisse des Dépôts (SCIC), una de las principales entidades públicas de vivienda. Allí, el arquitecto peruano se involucró en proyectos de urbanismo y vivienda social, aplicando los principios modernos con un enfoque más humano y sensible al entorno.

Los años 60: crecimiento, modernización y rebeldía intelectual

Pero la Francia que Ciriani conoció también fue escenario de una revolución cultural y política sin precedentes. En mayo de 1968, se dio una protesta que cuestionaba todo el sistema: la educación, la jerarquía, la producción industrial… y también la arquitectura moderna.

La revuelta de mayo de 1968 en Francia. Foto de France Médias Monde

Los jóvenes rechazaban la rigidez funcionalista de los grandes conjuntos habitacionales —símbolos de una modernidad deshumanizada— y pedían una arquitectura más participativa, social y poética. Este contexto influyó profundamente en Ciriani, quien compartía la crítica al dogmatismo del modernismo, pero sin renunciar a su fe en la arquitectura como instrumento de transformación social.

Ciriani en el taller Gomis-Ciriani, año 1967 o 68

De esa tensión nacería su visión: una arquitectura moderna humanista, racional pero sensible, geométrica pero viva.

Década del 70: crisis y revisión del modelo

Los años 70 marcaron un giro. Tras el shock petrolero de 1973, Francia y Europa entraron en una etapa de recesión económica y cuestionamiento del Estado de bienestar. Las políticas de vivienda masiva comenzaron a ser criticadas por su escala impersonal y su falta de integración urbana. Muchos de los grandes conjuntos fueron vistos como fracasos sociales.

1979. Philip Johnson y Ciriani, como jueces de un concurso, votan por el mismo proyecto. Foto: François Chaslin

Sin embargo, este mismo momento de crisis abrió espacio a una nueva arquitectura reflexiva. Ciriani, ya consolidado en Francia, comenzó a desarrollar proyectos donde el espacio público, la luz natural y la coherencia formal reemplazaban al puro funcionalismo.

1979 - 81. 100 viviendas populares y centro para discapacitados en Marne-la-Vallée. Foto del blog de Enrique Ciriani

Su trabajo en Saint-Aubin-du-Cormier (1975) y Marne-la-Vallée (1980) se convirtió en ejemplo de una arquitectura que reconciliaba la modernidad con la escala humana.

Década del 80: consolidación y madurez

Los años 80 fueron una época de renovación cultural en Francia. Con la llegada de François Mitterrand al poder (1981), el país vivió un renacimiento simbólico: grandes proyectos públicos —como la Bibliothèque Nationale, la Pyramide del Louvre o el Musée d’Orsay— redefinieron el paisaje arquitectónico.

En este contexto, Ciriani alcanzó madurez profesional y reconocimiento internacional. Su obra Musée de l’Arles Antique (1995, concebido en los 80) sintetiza su pensamiento: un edificio geométrico, luminoso y sobrio, donde la modernidad dialoga con la historia.

La Francia de Ciriani: modernidad crítica y libertad creativa

La Francia que Ciriani habitó entre los años 60 y 80 fue un laboratorio de ideas:

  • Optimismo tecnológico, seguido por crítica social y cultural.

  • Racionalismo funcional, reemplazado por humanismo arquitectónico.

  • Producción masiva de vivienda, transformada en búsqueda de identidad urbana.

Ciriani supo leer ese cambio y transformar sus principios sin traicionar su esencia. Su obra encarna una modernidad consciente, que aprende de la historia y busca mejorar la vida cotidiana sin caer en el formalismo vacío.


300 departamentos en Marne (1980)

Ciriani concibió el proyecto como un sistema urbano en miniatura, no como una suma de viviendas repetidas. El conjunto se organiza mediante volúmenes escalonados, terrazas y pasajes peatonales que crean una experiencia espacial rica y cambiante.

300 Departamentos. Foto del blog de Enrique Ciriani

La circulación, tanto horizontal como vertical, no es un residuo funcional, sino un espacio de encuentro y relación social. Esa concepción responde a su idea central de que:

“La vivienda colectiva debe ofrecer la misma dignidad, diversidad y calidad de vida que una casa individual.”

Composición, tipología y espacio

a) Tipología y organización

El conjunto no se resuelve como un bloque monolítico, sino como una composición fragmentada que alterna volúmenes de diferentes alturas.

Ciriani utiliza tipologías variadas —flats, dúplex y triplex— que se entrelazan para garantizar doble orientación, ventilación cruzada y terrazas habitables. El resultado es un tejido tridimensional que favorece la complejidad espacial sin perder coherencia formal.

b) El edificio permeable

Una de las mayores innovaciones de Ciriani fue el concepto de “edificio permeable”, que desarrolla aquí con claridad.

Vista de la fachada de los edificios B y A. Fotografía de Philippe Chair

os bloques están separados por espacios exteriores (patios, corredores abiertos, jardines elevados) pero unidos visual y funcionalmente por circulaciones comunes y pasajes peatonales. Esta estrategia busca transparencia y conexión en lugar de clausura, creando relaciones visuales entre interior y exterior, entre vivienda y comunidad.

c) Relación con el entorno

A diferencia de los conjuntos masivos de las décadas anteriores, el proyecto dialoga con su contexto urbano.

Los volúmenes se escalonan para adaptarse a la topografía, y los espacios abiertos intermedios actúan como plazas, jardines o “calles elevadas”. La idea no es aislar al habitante, sino reintegrarlo en un entorno colectivo más amable y legible.

Lenguaje formal y poética moderna

El conjunto mantiene un lenguaje moderno claro y sobrio: geometría ortogonal, volúmenes blancos, estructura legible, luz natural como materia esencial.

Detalle de la fachada del edificio A. Fotografía de Philippe Chair

Sin embargo, Ciriani introduce una dimensión sensorial y humana: los recorridos, la escala, las terrazas y la alternancia de llenos y vacíos dan ritmo y vida al conjunto. Su arquitectura, aunque racional, está cargada de intención poética: busca crear lugares para vivir, no solo estructuras habitables. En palabras de Ciriani:

“La arquitectura no es un objeto, es un lugar para vivir.” 

Legado e influencia

El proyecto de los 300 departamentos en Marne-la-Vallée es considerado una de las obras maestras del urbanismo moderno tardío europeo. Su influencia se extiende tanto en Francia como en América Latina:
  • Redefinió la tipología de vivienda colectiva como espacio estructurado y articulado.

  • Reintrodujo la escala intermedia (ni masiva ni individual).

  • Inspiró debates sobre el habitar urbano en escuelas de arquitectura europeas.

Para Ciriani, este conjunto sintetiza su pensamiento: la arquitectura como acto ético, racional y sensible, donde forma y vida se entrelazan.


El Museo Arqueológico de Arlés

Arlés, ciudad del sur de Francia, conserva uno de los conjuntos arqueológicos romanos más importantes de Europa. El encargo a Ciriani implicaba un desafío doble:
  • Dialogar con un patrimonio de más de dos mil años de antigüedad.

  • Construir una arquitectura moderna, sin recurrir al historicismo ni a la mímesis formal.

Ciriani aceptó el reto desde una postura clara:

“No se trata de imitar el pasado, sino de construir en el presente con la misma claridad y dignidad que los antiguos.”

Así, el Museo de Arlés no es una reconstrucción del pasado, sino una reinterpretación moderna del espíritu clásico: orden, proporción, luz y permanencia.

Concepto: el museo como lugar de experiencia y memoria

Ciriani concibe el museo como un recorrido continuo, una “promenade architecturale” inspirada en Le Corbusier, donde la arquitectura acompaña al visitante en un viaje temporal y espacial.

Museo de Arlés. Foto de la web del museo.

El edificio no se plantea como un contenedor neutro, sino como una máquina de ver, recorrer y comprender el pasado. El visitante no solo observa piezas arqueológicas, sino que vive una experiencia espacial que traduce el orden del mundo clásico al lenguaje moderno.

Organización y forma: el triángulo como figura generadora

El edificio se organiza en torno a una planta triangular equilátera, una decisión que define toda su estructura espacial y simbólica.
  • Cada lado del triángulo contiene una secuencia expositiva diferente.

  • En el centro, un patio y una rampa helicoidal articulan la circulación y la luz.

  • Los vértices actúan como puntos de inflexión del recorrido.

El triángulo no es solo una forma geométrica: es una figura de orden, estabilidad y equilibrio, reflejo de la búsqueda de permanencia que une a Roma y a la modernidad.

Espacio, luz y recorrido

a) El recorrido arquitectónico

Ciriani estructura el museo como una experiencia progresiva: desde el acceso y el atrio, el visitante asciende y desciende por rampas suaves que revelan las colecciones de manera gradual. No hay rupturas ni ejes dominantes, sino fluidez espacial y claridad de orientación.

Una vista interior del museo. Foto de Marco Zanta

b) La luz como materia

La luz natural —controlada y modulada— es la verdadera protagonista. Penetra desde lucernarios, patios y aberturas laterales, creando una atmósfera cambiante que acompaña los objetos expuestos. Esta luz otorga profundidad y escala humana a las piezas, evitando la monumentalidad vacía.

Ciriani logra así una luz moderna para un patrimonio antiguo, un equilibrio entre precisión técnica y sensibilidad poética.

Materialidad y lenguaje formal

El edificio se construye principalmente en hormigón visto, acero y vidrio, con una paleta austera pero refinada. El uso del color azul en algunos muros interiores introduce una dimensión simbólica y atmosférica, evocando el cielo mediterráneo y la idea de serenidad clásica.

El lenguaje formal es puro, geométrico y racional, pero nunca abstracto: cada gesto tiene una función espacial y simbólica. El resultado es una arquitectura de silenciosa monumentalidad, que se impone sin agresividad y sin imitar al pasado.

Relación con el entorno

El museo se emplaza en un parque arqueológico junto a las ruinas del circo romano.
Ciriani opta por no competir con las ruinas, sino por dialogar a distancia, estableciendo una continuidad topográfica y visual.

Imagen aérea del museo de Arles que fue terminado en 1995: Foto de Remi Benali

El edificio se orienta de modo que sus líneas prolongan los ejes del antiguo circo, creando una tensión simbólica entre pasado y presente.

Valor arquitectónico: síntesis del pensamiento de Ciriani

El Museo Arqueológico de Arlés es, en muchos sentidos, la obra más completa y madura de Enrique Ciriani, porque en ella confluyen sus ideas esenciales:

ConceptoManifestación en el museo
Racionalidad geométricaPlanta triangular, orden y claridad estructural.
Promenade architecturaleRecorrido continuo que genera experiencia espacial.
Luz como formaUso preciso de la luz natural para definir el espacio.
Arquitectura moderna y memoriaDiálogo entre modernidad y herencia clásica.
Espacio públicoMuseo entendido como lugar cívico, no solo expositivo.

El edificio demuestra que la modernidad no está reñida con la historia, sino que puede ser su heredera más lúcida.

Valor cultural y legado

El Museo de Arlés consolidó a Ciriani como una figura fundamental del movimiento moderno tardío en Francia y como un referente internacional de la arquitectura museística contemporánea. Su influencia se percibe en obras posteriores que combinan rigor geométrico y sensibilidad espacial (como las de Zumthor, Chipperfield o Campo Baeza).

El museo también redefinió el papel del arquitecto frente al patrimonio: no como conservador del pasado, sino como creador de continuidad cultural.

Docencia e influencia en nuevas generaciones

Además de su labor como arquitecto, Enrique Ciriani ha sido un maestro influyente en la formación de arquitectos. Ha enseñado en la École d’Architecture de Paris-Belleville, en la École d’Architecture de Paris-La Villette, y ha dictado conferencias en universidades de Europa y América Latina.

2001 Ciriani en el documental sobre Le Corbusier "Je ne suis pas un homme pressé". Foto: TS Productions

Su pensamiento combina la ética del diseño, la claridad constructiva y la responsabilidad social, valores que siguen inspirando a las nuevas generaciones de arquitectos y urbanistas.

Estilo y filosofía arquitectónica

En síntesis Ciriani defiende una arquitectura racional y humana, donde el diseño se pone al servicio de la vida cotidiana. En sus palabras, “la arquitectura no es un objeto, sino un lugar para vivir”.
Su obra se distingue por:
  • El uso preciso de la geometría y la luz natural.

  • La integración del espacio público y privado.

  • El respeto por la función social de la arquitectura.

Su enfoque busca reconciliar modernidad y contexto, demostrando que la arquitectura puede ser a la vez universal y profundamente humana.

Reconocimientos y premios

A lo largo de su carrera, Enrique Ciriani ha recibido múltiples distinciones, entre ellas el Gran Premio Nacional de Arquitectura de Francia (1983) y el Premio a la Trayectoria del Colegio de Arquitectos del Perú (2000). Su trabajo ha sido expuesto en instituciones como el Centre Pompidou y la Bienal de Venecia, consolidando su prestigio internacional.

Año 2021, Ciriani recibe el Gran Premio de Arquitectura de la Academia de Bellas Artes de Francia. Foto tomada de la transmisión web

De esta manera terminamos esta publicación sobre el arquitecto Ciriani que ojala quede en el internet como fuente para quienes quieran conocer mas sobre él. Este articulo se extendió mas de lo usual ya que se trata de un arquitecto que de verdad merece ser recordado, pero ojala en un ámbito que se extienda mas allá de quienes se dedican a la arquitectura, porque tenia cualidades que lo hacen un ejemplo de integridad y humanidad, que pueden inspirar a futuros profesionales de cualquier ámbito.

Juan Pablo Carrasco Plate


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